Cuando el turista se convierte en viajero
 
Tres días en Lisboa

Tres días en Lisboa

Con Lisboa me pasó algo que nunca me había pasado y es que estando allí no la valoré tanto como cuando me alejé de ella y empecé a recordarla. Es una ciudad tan bohemia y con tantísimos años de historia que la belleza de sus calles y edificios la hacen decadentemente atractiva. ¡Tres días son suficientes para enamorarse de Lisboa!

Cogimos un vuelo Madrid-Lisboa con la compañía nacional portuguesa TAP que nos costó 75 euros ida y vuelta. Era el último del día por lo que llegamos a la capital lusa casi a media noche, justo para poder coger el bus urbano que nos llevaría hasta el centro de la ciudad.

Esta vez decidimos coger un alojamiento basándonos en su ubicación, teníamos claro que yendo tres días no podíamos perder tiempo en trayectos. Así que reservamos en un hostel cerca de la Praça do Comerçio que nos salió muy bien de precio: cuatro noches en camas en habitación compartida y desayuno incluido, 90 euros por persona.

Día 1: Tour por la ciudad y fiestas en la Alfama

Nos levantamos temprano, y dando buena cuenta del desayuno incluido en el hostel, pusimos rumbo al Monumento de Camões en la plaza con el mismo nombre, que es el sitio en el que comenzaba el free tour que habíamos reservado como primera toma de contacto con Lisboa.

La ruta fue sensacional, el guía español era muy ameno y tuvimos suerte de que fuese historiador, pues nos resumió la larga y muy intensa vida de Lisboa de forma muy entretenida, paseando por calles y lugares interesantísimos como el Elevador de Santa Justa desde donde hay unas vistas impresionantes.

Acabado el tour y con algunos tips del guía apuntados en nuestros móviles, fuimos a la Praça da Figueira, allí se encontraba la Casa Das Bifanas, uno de los bares donde servían a muy buen precio, bifanas. Bocado típico de Portugal a base de carne de cerdo marinada que acompañado de una Sagres, cerveza lusa por excelencia, hizo las delicias de nuestros paladares.

Tranvía 28

Cuando salimos del establecimiento, hacía una tarde soleada propia del mes de junio y tuvimos la suerte de que justo ese día habían colocado un mercado en la plaza. Estaba llena de distintos puestos de comida y bebida con su terraza correspondiente, y como no podía ser de otra manera, no pudimos evitar la tentación de sentarnos a tomar un cafecito y disfrutar de la música en directo de un grupo espontáneo y del buen ambiente que se había generado.

Tranvía 28
Tranvía 28

Con el estómago saciado y la vitamina D por las nubes, quisimos disfrutar del típico viaje en el tranvía número 28. Se trata de un trayecto que recorre los barrios más conocidos de Lisboa: Estrela, Bairro Alto, Chiado, la Baixa, Alfama y Graça.

Es la opción perfecta para ver la ciudad de una forma original y muy rápida. Además de llevarte una visión completa de los barrios y poder decidir cuál irás a conocer de forma más profunda.

La Alfama de fiesta

Lo nuestro fue claro, hasta que no pasamos por la Alfama no nos enteramos de que esos días se estaban celebrando las fiestas de Lisboa. En ese barrio había un ambientazo que lo tuvimos claro.

Volvimos al hostel, nos acicalamos, fuimos a la Praça do Comerçio a tomar una cerveza y ver el atardecer: preciosa estampa con las gaviotas y el Tajo como coprotagonistas, y echamos a andar con la dirección clara: Alfama. Cuando llegamos, las calles estaban abarrotadas de gente local y muy poca gente viajera, poco nos importó. Nos integramos rápidamente y disfrutamos de una noche 100% portuguesa.

Fiestas de Lisboa en la Alfama

Día 2: Sintra, Palacio da Pena, Cabo da Roca y Cascais

Este día lo habíamos reservado para hacer la excursión a Sintra, ciudad de palacios por excelencia.

Cogimos un tren desde la estación de Rossio y en 40 minutos estábamos en Sintra. El trayecto es perfecto para armarte de paciencia, pues cuando llegas al destino, el agobio de gente local ofreciéndote tours para los distintos castillos y palacios es tal que acabas con ella rápidamente.

Como recomendación, es bueno tener en cuenta antes de ir dos cosas: cuánto tiempo vas a dedicarle a Sintra y en base a eso, cuántos palacios vas a visitar.

Sintra, destino de cuento

En nuestro caso, visitamos el Palacio da Pena, y al llegar a Sintra cogimos, sin hacer caso a las mil y una ofertas que nos intentaban vender, un tuc-tuc que nos llevó en 15 minutos directamente a la puerta principal de nuestro Palacio.

La visita al nos llevó más de 3 horas pero la disfrutamos muchísimo porque como sólo habíamos elegido uno, pudimos hacerla con calma y sin dejarnos nada por ver.

De vuelta, ya en el centro de Sintra, comimos en una terraza, probamos el bacalao tan típico del país y cogimos un autobús rumbo a nuestro próximo destino: Cascais.

La costa portuguesa

En la ruta del autobús había una parada que nos interesó mucho, se trataba del Cabo da Roca, el punto más occidental de la península ibérica y, por tanto, de Europa continental. No nos resistimos. Después de unas cuantas fotos, algún que otro vídeo y de «disfrutar» del aire tan fuerte que soplaba allí, cogimos el siguiente autobús, ahora ya sí, dirección Cascais.

En poco menos de media hora llegábamos a la ciudad costera que tanto me recordó a la Marbella de Jesús Gil. Plagada de restaurantes y tiendas, de pubs y terrazas, la recorrimos hasta llegar a la playa más cercana, aunque fuese principios de junio y el agua del Atlántico estuviese helada no perdimos la oportunidad de meter los pies.

Pasamos la tarde en la playa y después del atardecer, iniciamos el viaje de vuelta a Lisboa en tren. Esta vez sin paradas, en una hora volvíamos a estar en la capital.

Día 3: Belém, Cacilhas y Cristo Rei

Habiendo recargado las energías agotadas del día anterior, nuestro último día en Lisboa quisimos aprovecharlo al máximo también.

Tuvimos la suerte de que era el Día de Portugal y se celebraba en la Praça do Comerçio el Desfile Militar así que como íbamos a empezar el día yendo al barrio de Belém, de camino a coger el tranvía aprovechamos para ver a toda la armada pasar. Fue algo muy inesperado pero muy impresionante a la vez.

Un rato después ya sí que fuimos a conocer Belém, el barrio que da nombre a los pastelitos portugueses tan conocidos. Exploramos la zona, tan distinta a la del centro de la ciudad, visitamos el monasterio de los Jerónimos y paseamos por sus parques para acabar probando los famosos pasteles de nata a la cafetería Pastéis de Belém. El sitio suele estar abarrotado de gente y se forman colas muy largas pero es tan frecuente esta densidad de turistas que los trabajadores despachan las comandas con una soltura y rapidez que impresiona.

Paseo en ferry

Para volver, en vez de coger transporte público y como hacía tan buen día, nos animamos a hacerlo caminando hasta el muelle donde cogeríamos el ferry para cruzar el Tajo.

Durante el paseo de más de una hora hasta el muelle Cais do Sodré, pudimos ver la Torre de Belém y el monumento a los Descubridores. También pasamos por un puerto marítimo lleno de establecimientos en los que darte un buen homenaje gastronómico a base de marisco.

El viaje en ferry es rápido y barato, por menos de 2 euros navegas durante 15 minutos disfrutando de dos panorámicas dignas de ser fotografiadas. A un lado la del centro de la ciudad, y al otro la de la archiconocida estatua de Cristo Rei. Todo esto pasando muy cerca del famoso puente colgante 25 de abril.

Cuando llegamos a Cacilhas, cogimos un autobús de línea para ir directamente a la estatua, que es el atractivo principal. Estando allí, sorprende ver las dimensiones del Cristo Rei pero sorprende todavía más las vistas hacia Lisboa… ¡Qué maravilla!

Ya con todas las «visitas obligadas» hechas y una vez caída la noche, quisimos ponerle la guinda al viaje. Fuimos a cenar a uno de los muchos restaurantes que hay en la Praça do Rossio. Sin trasnochar demasiado, nos fuimos a descansar porque a las 6 de la mañana poníamos rumbo de vuelta a España.

He de reconocer que me cautivó Lisboa en tres días pero me enamoró cuando cogí perspectiva de la escapada. Como he dicho al principio, su decadencia resulta tan atractiva que a pie de calle no tomas tanta conciencia como cuando ya te has ido. Así que… ¡Lisboa volveré! Y si puede ser en el mes de junio mejor. Que es cuando se celebran las fiestas de la ciudad y donde conoces el ambiente más portugués. 😉

4 comentarios

    1. Asun

      Cómo me ha recordado mi viaje a Lisboa y coincido contigo en todo,me gustó y lo vi todo pero no tan rápido y también volveré aunque a lo mejor a Oporto.Perfecto cómo has resumido el viaje,me ha encantado.Besos

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