Cuando el turista se convierte en viajero
 
Mallorca: #mediterráneamente

Mallorca: #mediterráneamente

Para escribir este post ha sido inevitable poner de fondo la playlist por excelencia: #Mediterráneamente de Estrella Damm. Es que es escucharla y rememorar el viaje. Porque aunque suene a topicazo, llegar a la isla, alquilar el coche y que suene esta maravilla de selección musical ya hace que la experiencia empiece a coger grandes expectativas.

Toma de contacto con Palma

Llegamos de noche a la capital y nos dio tiempo justo para cenar. Probamos unas hamburguesas que quitaban el sentido y unas patatas riquísimas en Badal Corner, una franquicia que nos tocaba cerca de donde íbamos a alojarnos.

El staff fue muy amable. A pesar de tener la cocina casi cerrada nos dieron todas las comodidades del mundo para que cenásemos en la terraza y empezásemos a empaparnos, aunque en pleno centro de la ciudad, de esa humedad tan característica de los sitios de playa.

Palma en todo su esplendor

Ahora sí. El primer día en Palma comenzó con un desayuno a base de ensaimadas, no podía ser de otra manera ¿no? Fuimos a Ca’n Joan de s’Aigo, una cafetería muy típica que sirve ensaimadas de distintos sabores: crema, albaricoque, chocolate, cabello de ángel… y un rico chocolate para acompañarlas. Todo ello en un clima del año 1700 con sillas y lámparas clásicas y mesas de mármol.

Con el estómago saciado pusimos rumbo al Castillo de Bellver, una fortificación de estilo gótico construida a principios del siglo XIV por orden del rey Jaime II de Mallorca. Su principal característica es que es completamente redondo, es el único en España y uno de los más antiguos de los que hay en Europa. Todo un símbolo que puede verse desde cualquier punto de la ciudad, pues se sitúa sobre un monte a 3 kilómetros de la ciudad. Las vistas desde allí hacia Palma son una de las cosas más atractivas. La entrada cuesta 4 euros.

Dejamos atrás el Castillo y fuimos a ver la Fundació Pilar i Joan Miró a Mallorca. Para los entendidos del tema, que en mi caso eran muchos de mis compañeros de viaje, los edificios que la componen son en si mismos un «must» de la arquitectura. Así que nos dimos un paseo tanto por el edificio antiguo como por la actuación que hizo años más tarde un reputado arquitecto. Si queréis pasar a ver las exposiciones, el precio de la entrada son 9 euros.

Después de estas dos paradas, dejamos el coche en el centro de Palma y comenzamos a recorrer el casco antiguo. Entre callejuelas y plazas, fuimos salvando ese sol que cada vez calentaba más. Y como ya iba siendo mediodía, hicimos una parada técnica en el Bar Tony (en la Plaza de Santa Eulalia), donde pudimos probar el mítico y más rico llonguet. Un panecillo relleno de lo que elijas: butifarra, sobrasada, jamón, queso, anchoas, boquerones… Un bocado perfecto que acompañado de una buena caña, nos dio la energía suficiente para continuar con la ruta.

Y así, llegamos al Palacio Real de La Almudaina, una de las residencias de la Familia Real Española. La entrada cuesta 7 euros y puedes visitar todas las estancias entre las que se encuentran diferentes exposiciones de alfombras, cuadros, esculturas, objetos antiguos, tapices, etc. Destacan dos puntos en concreto: el jardín principal con la fuente en medio y una vista de la Catedral entre palmeras, y la magnífica terraza que te ofrece unas vistas a la marina de Mallorca preciosas.

La Catedral de Mallorca se encuentra justo al lado del Palacio. Es digna de admirar y no sólo por el edificio, de estilo gótico levantino, sino por la situación en la que se encuentra, a la orilla de la bahía de Palma, la proximidad con el mar la hace más imponente todavía.

Llegó la hora de comer y callejeando de nuevo llegamos a Aromata, un restaurante con Sol Repsol en el que habíamos reservado mesa. Entre sus paredes de piedra y arcos pudimos degustar un menú de 20 euros del reconocido chef Andreu Genestra. Una mezcla perfecta entre los sabores tradicionales y las técnicas más vanguardistas. ¡Muy recomendable!

Dando por concluido el tour por Palma, por la tarde decidimos cambiar de aires y adentrarnos en parajes más naturales. La primera parada fue el Santuario de Lluc, en plena sierra de Tramontana. Pasear por ese «bosque sagrado» rodeado de vegetación compensó la mañana urbanita que habíamos llevado.

Torrent de Pareis y Sa Calobra

La siguiente parada fue el Torrent de Pareis y Sa Calobra. Y aquí sí que me voy a detener. No se si por la excepcionalidad del momento o porque ya eran más de las 18h y la gente se estaba marchando, pero el ambiente que había era muy tranquilo para lo que acostumbraba.

Llegar allí ya es una aventura. Dejas el coche en un parking que hay habilitado y comienzas a descender hacia el mar. Tienes que pasar unas cuevas que están muy bien señalizadas y preparadas para el tránsito y llegas por fin a la cala Sa Calobra, un sitio espectacular en el que acaba el Torrent de Pareis, torrente que atraviesa la sierra de Tramontana de Mallorca.

Elegimos este sitio para la puesta de sol y pudimos ver el espectáculo de colores del cielo que reflejados en el agua hacían una estampa inolvidable. Es una visita obligada como obligados son los escarpines. Recomiendo encarecidamente dotarse de un par para no sufrir lo que sufrimos nosotros, o mejor dicho, nuestros pies. Al fin y al cabo la arena es toda de piedritas que se clavan y te empujan, sin darte cuenta, a realizar un número cual faquir en la India. ¡De chiste!

Puerto de Soller

Las luces tocaban a su fin así que antes de que anocheciera del todo, llegamos hasta el parking y pusimos rumbo al Puerto de Soller donde habíamos reservado mesa para cenar. Ese trayecto en coche fue de las cosas más bonitas del viaje, pues ir bordeando ese atardecer con esa playlist de la que os hablaba al principio, elevó nuestra serotonina a lo más alto.

Llegamos al Bar Chillout La Base donde se habían dado cita alrededor de una piscina del bar, diferentes food trucks que ofrecían pizzas, hamburguesas, nachos, perritos calientes, etc., mientras un grupo de música en directo generaba ese ambiente tan mediterráneo. Y ahí, entre yates y riqueza, nos sentimos por un rato dueños de uno de ellos. Momento perfecto para dar por concluido el día tan completo e irnos a descansar para estar al 200% en la próxima jornada.

Bar Chillout La Base
Bar Chillout La Base

Parque Natural de Mondragón

Empezaba el día con un cielo despejado y un sol tendido que nos avisaba de que nuestro día playero iba a cumplir todas nuestras expectativas. Llegamos a la Cala S’Amarador a las doce del mediodía y ya había bastante gente. Siempre teniendo en cuenta la excepcionalidad del momento, porque tal y como nos recordaban, un año normal esa gente se triplica.

No tuvimos problemas de espacio para colocar nuestras toallas en una parcela de arena y corrimos a disfrutar de esas aguas cristalinas con ese azul turquesa tan característico de la zona. En esa cala había un chiringuito así que no pudimos resistirnos a tomar un rico smoothie de frutas elegidas por nosotros al momento. ¡Esto sí son vacaciones!

Sintiéndonos fresquitos por dentro y por fuera, emprendimos la caminata a la siguiente cala, Cala Mondragón. El paseo entre calas es una maravilla, pues vas bordeando el mar y disfrutando de las vistas increíbles. En cuestión de 10 minutos ya estábamos en la cala así que plantamos la toalla y repetimos operación, ¡al agua patos!

En esa cala se encuentra el restaurante Sa Font de n’Alis, donde habíamos reservado mesa para comer. Pedimos una paella que estaba de 10 y acompañada de unos mejillones a la marinera de aperitivo, fue la comida perfecta en el entorno perfecto. Con los estómagos saciados, volvimos a disfrutar un rato más de la cala antes de emprender el trayecto de vuelta al coche que nos llevaría un rato.

Es Trenc y Palma

Ese día habíamos elegido ver el atardecer desde Es Trenc, una playa muy recomendada para ello. Dimos fe de ello porque las fotos que pudimos hacer son una delicia. El ambiente tan relajado que generamos hizo que apurásemos las luces del cielo hasta el último momento antes de volver a Palma, ya de noche.

Esa noche salimos a cenar por el barrio de La Lonja, situado en el casco antiguo de la ciudad, es un laberinto de callejuelas plagado de restaurantes, bares, tienditas, cafés, galerías de arte… Se llama así por el edificio gótico en torno al cual se sitúan todas las calles, La Lonja. La oferta gastronómica es muy variada así que puedes encontrar opciones para todos los gustos y todos los bolsillos.

Tras la cena, paseamos hasta el barrio de Santa Catalina para tomar una copa relajada frente a la Marina de Mallorca. Recorrimos el paseo marítimo admirando la iluminación de la ciudad y sus edificios más emblemáticos: la Catedral y el Palacio Real de La Almudaina.

Es Trenc
Es Trenc

Valldemosa

Para el último dejamos una de las visitas que también es imprescindible: Valldemosa. Dicen que es el pueblo más bonito de la sierra de Tramontana. Está a tan solo 17 kilómetros de Palma así que su visita se hace casi obligatoria.

La vista del pueblo desde la carretera ya augura la belleza del lugar, pero cuando comienzas a pasear por sus callejuelas, esos aires medievales te impregnan del todo. Tanto las casas de piedra como los edificios están muy bien conservados. Recorrimos la Real Cartuja, la Iglesia de San Bartomeu y el Palacio del Rey Sancho. Y como la mañana estaba calurosa, nos cobijamos durante un rato en los Jardines del Rey Juan Carlos, perfectamente cuidados y repletos de unas buganvillas dignas de admirar.

Acabamos la ruta en el mirador que hay cerca de la plaza de Rubén Darío, desde donde se puede ver la sierra de Tramontana que no olvidemos, está declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Por último, nos sentamos a recargar pilas y probamos la famosa coca de patata. En este caso la compramos en una panadería llamada Ca’n Molinas, donde según nos habían dicho, tenían las mejores de Valldemosa.

El Arenal

Como nuestro avión salía a primera hora de la tarde, decidimos ir a darnos el último homenaje al paseo marítimo de El Arenal, por su cercanía con el aeropuerto y porque habíamos reservado para comer en un restaurante que resultó ser la guinda perfecta a este pastel llamado Mallorca.

El Chiringuito Beach House fue el entorno perfecto para despedirnos de este viaje exprés a la isla. Un restaurante con un ambiente y un decorado muy cuidado donde pedimos una pasta frutti di mare y un arroz negro que estaban espectaculares. A eso le sumas disfrutar de esos platos con los ojos puestos en esas aguas turquesas que caracterizan a las Baleares y la palabra paraíso se te antoja pequeña.

ASAP

El As Soon As Possible es mi nuevo lema para este destino, porque al contrario de otros muchos que he visitado, la cercanía y la sensación de que me queda mucha isla por explorar, hacen que «volver» sea el verbo que primero me venga a la cabeza cuando pienso en Mallorca. Ese verbo y la luz.

¡Ay LA LUZ de Mallorca! Es desde luego lo que más me ha impresionado pero prefiero dejarlo aquí. En el próximo post del próximo viaje a Mallorca, que lo habrá, ya le dedicaré capítulo aparte. 😉

Parque Natural de Mondragón
Parque Natural de Mondragón

6 comentarios

  1. Raquel

    Leer este post, te llena de todas las maravillosas sensaciones que como bien has títulado se pueden resumir en mediterráneamente. Me quedo con todo y recalco la última frase de que volveras y así podrás seguir contándonos y descubriéndonos esta isla.
    Por último, felicitarte por el gran trabajo de este blog, es una guía perfecta para cualquier viajero.

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