Desde el aeropuerto de Lamu pusimos rumbo al aeropuerto de Malindi, que era el que más cerca estaba de nuestra última para en tierras africanas: Watamu, la little Italy de Kenia.
Tras documentarnos bastante acerca de qué destino escoger como guinda a nuestro viaje, nos decidimos por Watamu porque lo describían como el caribe africano y es que no les faltaba razón. Las playas eran paradisíacas, de arena blanca, kilométricas y con aguas cristalinas y una marea muy baja. Estampa perfecta para descansar después de días tan intensos y aventureros.

Cuando aterrizamos en Malindi cogimos un Tuc-Tuc que nos llevó a nuestro hotel en Watamu. En el Mawimbi Lodge nos estaba esperando Corinne, la propietaria del alojamiento. Ella era italiana y se había venido con su familia a ese remoto lugar, tardamos poco tiempo en darnos cuenta de que no eran los únicos. Watamu, la little Italy de Kenia, estaba llena de italianos que veraneaban y pasaban largas temporadas allí.
Dejamos las cosas en nuestro bungalow y fuimos directos al Amici Miei, el restaurante del hotel que obviamente era de comida italiana. Nos pusimos las botas con pizzas caseras y pasta fresca exquisita. Disfrutamos un rato de la noche estrellada en el lounge del hotel y pronto nos fuimos a descansar.
Watamu Beach
Nos despertamos temprano para poder disfrutar del último día completo en Watamu. Después de un desayuno súper completo y gracias a las indicaciones de Corinne, fuimos a conocer las mejores playas de la zona.

Paseamos por la enorme Watamu Beach, hablamos con la gente local y nos sorprendió lo bien que se expresaban en italiano, se notaba que como buenos vendedores habían aprendido el idioma mayoritario del turismo que allí se concentraba.
Comimos un rico pescado horneado en uno de los pocos chiringuitos que encontramos, y ya bastante «soleados» quisimos aprovechar la piscina del hotel y descansar de sol. Ese día quisimos cenar en la zona local de Watamu. Dejamos los resorts y restaurantes para occidentales, para adentramos en la parte más auténtica de la ciudad y elegimos un sitio de carne asada al momento. Aunque los tejados eran de uralita y las mesas y sillas de plástico, la cena estaba muy rica y la experiencia fue del todo original.
Último día en Kenia
El último día quisimos conocer otra playa que estaba un poco más alejada pero que según nos había comentado Corinne merecía mucho la pena puesto que no iba mucha gente y estaba muy bien conservada.
Conseguimos que un local nos llevase en su moto (3 en una moto sí) y quedamos en que nos vendría a buscar unas horas más tarde. Exploramos toda la zona, recorrimos toda playa y nos quedamos a remojo en una lengua de arena enorme. Si el paraíso existía tendría que ser muy parecido a lo que durante ese rato disfrutamos. ¡Qué maravilla de lugar!
Con ese paraíso en nuestras retinas pusimos rumbo a Mombasa en un coche que nos consiguió Corinne. Nuestro vuelo salía de noche con destino Nairobi. Esa misma madrugada iniciaríamos la vuelta a casa tal y como hicimos la ida, en un vuelo Nairobi-Madrid con escala en El Cairo.

