Llegamos a Lamu desde Nairobi vía Malindi. Y en cuanto vimos el «aeropuerto» de la isla intuimos que el lugar merecería la pena. Pasar unos días en ese rincón de la costa suajili dejaría huella en nosotros y estábamos ansiosos por ver si todo lo que contaban de Lamu era realmente cierto.
Lamu es una isla al sur de Kenia, en la que no hay coches, en la que el medio de transporte más utilizado es el burro y en la que la vida sucede a cámara lenta. Para llegar a nuestro hostel tuvimos que cruzar de la pequeña isla de Manda en la que se encuentra el aeropuerto a la isla principal, para ello hay barcas que hacen el trayecto por un módico precio.
Con la ayuda de Google Maps conseguimos dar con Jannat House, el alojamiento que habíamos elegido para hospedarnos durante la estancia en Lamu. El recorrido fue laberíntico, calles muy estrechas, paisanos y burros por todos los sitios, y lo más sorprendente, agua corriendo por las tuberías y gotas cayendo en nuestras cabezas porque sí, en esta isla las canalizaciones están a la vista. 😮
Por fin entramos en nuestro hotel, se trataba de una construcción árabe, laberíntica también, en la que las habitaciones se repartían por los distintos patios, en el principal se encontraba la piscina. La miramos con ganas porque el calor que hacía y que llevábamos después de todo el viaje era insufrible. Hicimos el check in, dejamos todo el equipaje y nos fuimos directos al «chapuzón».
Toma de contacto
Con la labor hecha quisimos ir a explorar la zona, pronto nos dimos cuenta de que callejear sería nuestra actividad principal. Era maravilloso perderse en las calles, entrar en sus comercios y sobre todo, contemplar a sus habitantes.

Llegamos al paseo marítimo, y nos dimos un buen paseo hasta llegar a la playa de Shela. Nos sorprendió las aguas tan cristalinas pero sobre todo, la arena tan blanca y fina. Habíamos encontrado el secreto mejor guardado de Kenia, y más concretamente de Lamu, ese rincón en la costa suajili que nada tenía que envidiar a las paradisíacas playas del Caribe.
En el regreso a nuestro hostel, un local nos propuso un plan para el día siguiente, se trataba del ‘Capitán Sonrisa’, él tenía un dhow, el típico barco sin motor de Kenia. El precio que nos dijo incluía paseo por toda la costa de Lamu, comida (hecha por él y sus dos ayudantes) y tiempo para hacer snorkel en una zona idónea para ello. Nos lo pintó tan atractivo que no dudamos en decirle que sí. La duda que tuvimos durante todo el día fue si realmente cumpliría su parte, pues le dejamos pagado ya el 50% y quedamos en vernos a la mañana siguiente a las 8 en la puerta del Sanatorio de burros. ¡Todo un poco surrealista!
La aventura del dhow
A las 8 de la mañana estábamos plantados como clavos enfrente del sanatorio de burros, sí, en Lamu hay un sitio así porque como ya he dicho anteriormente, el burro es el medio de transporte por excelencia del lugar :D. A los pocos minutos, vino el ‘Captain’ y sus dos ayudantes, nuestra aventura estaba a punto de comenzar.
Fuimos al mercado local porque querían que fuésemos nosotros mismos los que eligiésemos el pescado que querríamos que nos cocinasen después. Unas compras en el puesto de las frutas después, nos fuimos al dhow. El ‘Captain’ nos contó orgulloso que aquel barquito era herencia familiar, que año tras año lo restauraba manualmente, y que vivía en él. Nos explicó que vivía al día, que no tenía casa ni tenía trabajo estable. Que se dedicaba a comer lo que pescaba y que con lo que se sacaba de excursiones como la nuestra, subsistía sin problemas y con una sonrisa enorme siempre en la cara.
Modo suajili
Entre conversación y conversación surcábamos el mar, fotografiábamos los paisajes y observábamos con atención el arte de navegar a vela. El tiempo se nos pasó volando y llegó la hora de comer, echamos el ancla en una isla desierta, y mientras aprovechamos para darnos un baño, el capitán y sus dos ayudantes se adentraron en el bosque en busca de palos para hacer la fogata en la que cocinarían el pescado.

Comimos con ellos, en medio de la isla desierta, a la sombra de unos árboles y con la compañía de unas vacas y unas cabras que paseaban por la orilla. Por un momento nos sentimos como si formásemos parte de la película ‘Naufrago’.

Después del manjar suajili nos quisieron enseñar otra zona idónea para hacer snorkel antes de volver a puerto. Estuvimos durante un rato buscando peces el mar estaba muy sucio y no tuvimos suerte. Ya de vuelta, hicimos una parada en una plataforma flotante en medio del mar que hacia las veces de gasolinera y bar.
La experiencia fue inolvidable. En ese momento no nos dimos cuenta de lo afortunados que eramos y de la lección de vida que estábamos recibiendo. Compartir un día entero con tres chicos de Lamu nos hizo ver las diferencias tan abismales que existen entre su sociedad y la nuestra. Pero también vimos que su modo de vivir tan humilde era admirable al 100%.
Visita a la ONG Afrikable
El último día en Lamu decidimos dedicarlo a visitar Afrikable, una ONG española que conocimos gracias al programa ‘Callejeros Viajeros’. Nos pusimos en contacto con ellos y pudimos ver la labor tan enorme que hacen en cuanto al empoderamiento de la mujer se refiere. Nos enseñaron las instalaciones y todo lo que habían conseguido en la zona. Conocimos a las mujeres a las que les habían dado trabajo, y a sus niños, que mientras acudían a las aulas para alfabetizarse.
Es muy enriquecedor ver como hay personas que aparcan su cómoda vida en el primer mundo para dedicarse a ayudar a sociedades como la keniata. Esta ONG en concreto tiene lo que llaman “vacaciones solidarias”, un programa muy interesante que permite ayudar y conocer el país a la vez.
Últimas horas en Lamu
Las últimas horas en esta isla las dedicamos a pasear por sus calles y perdernos en sus miles de tiendas para, por último, acabar en la plaza principal y practicar ese “deporte nacional” al que tanto gusto le habíamos cogido: ‘ver la vida pasar’.
Nos despedimos de este paraíso en la costa suajili para poner rumbo a nuestra última parada: Watamu.







